‘La gracia de los reyes’ vs ‘La guerra de la amapola’

La gracia de los reyes, de Ken Liu (Alianza/Runas, 2016) y La guerra de la amapola, de R.F. Kuang (Hidra, 2023) tienen muchas cosas en común. Ambas son el primer volúmen de una serie (tetralogía y trilogía respectivamente, en los dos casos ya publicadas en su totalidad). Ambas son fantasías épicas fuertemente inspiradas en la historia de China, ambas están centradas en una guerra y en ambas hay están muy presentes los dioses. Más aún ambas entraron en la lista de las 100 mejores novelas de fantasía de la revista Time y han tenido su ración de premios. Como además se da la circunstancia de que las he leído las dos en un corto periodo de tiempo, no he podido resistirme a compararlas, en lugar de reseñarlas por separado. Y ojo, que esta no es una de esas comparativas tibias en las que al final digo que las dos son buenas para que nadie se enfade conmigo. Para mi gusto, hay una clara vencedora, pero antes de deciros cual, voya hablar un poco de cada una por separado.
La gracia de los reyes

Empiezo por la primera entrega de La dinastía del diente de león porque es la primera de las dos. Nada más empezar asistimos al espectacular intento de asesinato de un tiránico emperador, que ya nos introduce gran parte de los elementos fantásticos que decoran lo que en gran medida es un mundo inspirado en la dinastía Han de China. China es sustituida por las islas de Dara, que habían estado divididas en siete reinos hasta que el actual emperador las unificó por la fuerza. Los siete reinos no son lo único que tiene en común con Juego de Tronos. La obra está poblada por un montón de personajes de todos los reinos, dándonos una idea de cómo funciona la política y la guerra en todos ellos de forma creíble. Sin embargo, Ken Liu se centra sobretodo en dos personajes, dos futuros rebeldes que funicionan muy bien por el gran contraste entre ellos. Mata Zyndu pertenece a una familia noble que el emperador Madiperé intentó erradicar. Es un hombre de tamaño descomunal y un gran guerrero que busca restituir su antiguo reino y vengar a su familia. Kuni Garu por el contrario es un estudiante corriente, vividor y poco aplicado, pero muy inteligente y con grandes habilidades sociales.
La guerra de la amapola

Con todas sus similitudes, el enfoque de La guerra de la amapola, es muy diferente. Existe una clara protagonista, Rin, una muchacha huérfana de origen humilde, comprada por una familia que la trata como a una esclava. Ante la amenaza de que la casen con un viejo repelente o, peor, acabar vendida a un burdel, decide intentar aprobar el examen d entrada a la más prestigiosa academia militar. Lo consigue a base de estudiar por la noches y logra sacar la mejor nota de su provincia. En la academia se enfrenta a un triple prejuicio: es mujer, pobre y de provincias. Todo lo contrario que la mayoría de sus compañeros.
Punto uno: Los protagonistas
Pero vamos al grano: la comparativa. Una parte central de lo que hace que una obra nos guste o no, son los personajes. En ambas encontramos amistad, rivalidad y romance, amigos que se vuelven enemigos y enemigos que se vuelven amigos. Y no hay forma de suavizarlo: en todos estos aspectos ‘La gracia de los reyes’ se lleva al gato al agua. Los personajes están mejor construidos en general, pero la cosa se vuelve sangrante con los protagonistas. Rin despierta cierta simpatía mientras es un a pobre huérfana o una estudiante que lo tiene todo en contra. Toma las riendas de su vida y está dispuesta a hacer grandes sacrificios para conseguir sus metas. Pero cuando termina sus estudios y empieza la guerra ( sufre la invasión de su país), sus decisiones son cada vez más incomprensibles, los poderes que adquiere más inmerecidos y el coste a pagar menos claro. Llega un punto que Rin y la mayoría de sus compañeros de armas resultan entre poco interesantes y directamente mezquinos.
Kuni y Mata, por el contrario, tienen una visión del mundo que saben defender cada uno a su manera, y están rodeados de secundarios creíbles y que aportan algo al desarrollo de la historia, aunque es verdad que sigue añadiendo secundarios y secundarios y hay momentos en los que ya no sabes quién es quién. Incluso en el apartado del romance (y no es que ninguna de las dos novelas dé mucha importancia a ese apartado) Rin no tiene ninguna química con su interés romántico. Kuni y Mata, en cambio, tienen relaciones que, sin ser muy originales, influyen marcadamente en su desarrollo de personaje.
Punto dos: Los adversarios.
Las dos novelas tienen acercamientos muy distintos a como presentan a los enemigos. Liu nos presenta a todo el mundo, desde el despótico emperador y su malcriado hijo, a los humildes rebeldes movidos por la desesperación, sabemos como justifican sus actos. En cambio Kuang siempre se centra en el punto de vista de un solo personaje. Al menos mientras está internada en la academia militar conocemos a sus rivales y podemos admirarlos o despreciarlos; pero cuando empieza la invasión Mugen (inspirada en la invasión de China por Japón y la masacre de Nankín) los enemigos son una masa indeterminada de pura maldad que, por más que se pueda alegar que es creíble porque cosas parecidas o peores pasaron en la realidad, no dejan de ser narrativamente poco interesantes.
Los giros que dan las alianzas en la compleja guerra civil de La gracia de los reyes, a veces sorprendentes pero siempre verosímiles, resultan apasionantes al lado de ese mal sin alma ni cerebro que son los invasores Mugen de La guerra de la amapola. Huelga decir que este punto, como el anterior, se lo lleva la obra de Ken Liu.
Punto tres: La guerra
En el centro de ambas historias está la guerra y sus horrores. En ambas el pueblo sufre por las ambiciones de unos pocos. En ambas se dan avances tecnológicos que dan la ventaja a uno u otro bando en determinados momentos. En ambas unas pocas personas son cruciales para decidir el curso de la guerra. En una de las dos todo esto se resuelve de forma más interesante. A estas alturas no creo que deba dar ningún premio por adivinar cual.
Hay un hecho crucial para que todo resulte más interesante tal como lo enfoca Ken Liu: el factor humano. En ‘La gracia…’ hay personajes que representan a todos los estamentos sociales, que mencionan a sus familias, sus ciudades natales, sus migraciones forzosas. En ‘…la Amapola’ mueren un montón de civiles… que solo son números. Padecen todo tipo de desastres y no cala igual en nosotros porque no sabemos nada de ellos. Y sucede lo mismo con las innovaciones tecnológicas: En una sabemos a quien se deben, en la otra simplemente aparecen. En una son visual y conceptualmente interesantes, en la otra matan a mucha gente (esa gente de la que no sabemos nada). Y quizá lo más grave es que Kuni y Mata y el resto de personajes de Ken Liu se han esforzado y han evolucionado hasta ser capaces de hacer las cosas que hacen y tomar las decisiones que toman. Los de Kuang adquieren poderes que no parecen tener relación con lo que han aprendido en la academia o simplemente tienen una tecnología que no se sabe cuando desarrollaron. Lo cual nos lleva al siguiente punto.
Punto cuatro: Los dioses
Siendo dos mundos de fantasía de inspiración China, es curioso que las dos construyen buena parte del elemento fantástico alrededor de los dioses y no lo pueden hacer de una forma más diferente. Los de Liu se parecen a los dioses griegos que hemos visto en muchas películas. Observan a los mortales y comentan la jugada entre ellos; interfieren de formas indirectas y cada uno tiene sus favoritos. En alguna ocasión hacen que algún personaje tenga un golpe de buena o mala suerte, pero como hay dioses en todos los bandos, no sientes que un personaje tenga “ayuda del escritor”. Paradójicamente, ninguna de las intervenciones divinas parece un deus ex machina.
Los dioses de Kuang, en cambio, viven ajenos a los mortales y solo entran en el mundo a través de chamanes. Rin, por supuesto, puede canalizar a uno de esos dioses, no porque haya estudiado con cierto profesor que la introduce a los principios básicos del chamanismo, sino porque resulta ser descendiente de un pueblo que sufrió un genocidio a manos de los malísimos Mugen. De esta manera algo artificial, ese pueblo del que Rin no sabía nada que no fuera de conocimiento público, hace que la guerra con los Mugen se convierta en algo personal para ella. Su motivación para estar sedienta de venganza es pobre y el enorme poder que recibe no parece tener ninguna relación con todos los esfuerzos que ha hecho para entrar en la academia y destacar en ella. Se hace mucho hincapié en el coste que tendrá ese poder y vemos como lo pagan otros, pero no nuestra protagonista que, espero, pagará el precio en las siguientes entregas.
Punto cinco: Creación de mundo
La guerra de la amapola crea un mundo mezclando cosas. La sociedad China imperial del siglo XIII, con la segunda guerra sino-japonesa y unas provincias llamadas como los signos del zodíaco Chino. La mezcla resulta poco convincente, por ser suave, y el resultado parece un libro random de fantasía medieval europea de toda la vida, con una tenue capa de pintura oriental. La brutalidad de la guerra no oculta un desarrollo de personajes pobre, de novela juvenil. Kuang tenía solo 22 años cuando publicó esta novela. Y se nota.
Ken Liu por otra parte, crea un mundo algo pequeño (fuera de las islas que componen el imperio, no parece haber nada) pero muy sólido y muy consecuente en su lógica. Cuando introduce algo anacrónico, como una suerte de barcos voladores que solo una de las islas tienen, lo hace de una forma plausible. Los avances tecnológicos impulsados por las necesidades de la guerra parecen los unos consecuencia de los otros. Es cierto que en algún momento esos avances se suceden uno tras otro en muy poco tiempo para luego quedarse estancados muy oportunamente para la trama, pero es un defecto perdonable.
Conclusión
Creo que no ha sido muy difícil llevar la cuenta, ¿verdad? En mi opinión, tenemos un rotundo cinco a cero a favor de La gracia de los reyes. No es que esté libre de defectos. Uno de los mayores giros de la trama se debe a un fallo de comunicación entre dos personajes digno de una comedia de situación, pero eso lleva la historia a lugares interesantes.
Pero La guerra de la Amapola ha sido un éxito de ventas monumental y ha recibido numerosos elogios, así que os estaréis preguntando si de verdad es tan malo. He dicho que Kuang lo escribió a los 22 años. Yo ya estoy más cerca de los cincuenta que de los cuarenta. Es más que posible que simplemente yo no sea su público. Esa manera tonta de poner nombre a las provincias me recuerda a Los juegos de hambre y puede que, aunque no nos la han vendido así, ese sea su público, mientras que el de La gracia de los reyes es más bien el de Juego de tronos. Yo, creo que ha quedado más que claro, sé en qué grupo me encuentro.
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