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‘Bocadáver y otras autobiografías’, de John Langan

Terror actual que nace de la experiencia

Me pregunto de dónde le viene el talento narrativo a John Langan; ¿de su madre escocesa, de quien dice que la transmisión oral de historias siempre había sido importante en su familia? ¿O acaso de su etapa como profesor, cuando dio clases de escritura creativa y literatura gótica en una universidad de Poughkeepsie, población del estado de Nueva York y que aparece en varios de los relatos que componen esta antología? Independientemente de dónde resida la verdad, lo que no puede negarse es que John Langan es un narrador excepcional, capaz de arrastrarnos, desde el primer párrafo de sus historias, a ese mundo de ficción que ha creado en torno a ellas y que se imbrica con el nuestro con la perfección con que encajan las escamas de un pez.

Y es que la pesca es uno de los temas recurrentes en la ficción de John Langan que nos remite, además, a la naturaleza autobiográfica de los relatos contenidos en este volumen, Bocadáver y otras autobiografías, publicado por La Biblioteca de Carfax. El propio autor apunta a este carácter vivencial en la introducción de las interesantísimas notas que cierran el libro y que le sirven para explicar el germen de los relatos precedentes. “Todo esto es verdad”, una afirmación pronunciada por ese otro gran escritor del género de terror como es Stephen Graham Jones, le sirve a Langan tanto para sentar las bases de su obra de ficción en el estadio inicial de la creación literaria, como para, ocasionalmente y su sorpresa, reconocerla mucho después de ver publicada su obra.

Rafael Martín Coronel, el artista de la portada, es otro motivo más para adquirir este volumen

Quien dice la pesca, que por cierto es el sustento de su hijo mayor y que también nos retrotrae al título de su novela El Pescador, dice retazos de su infancia concentrados en una figura de acción del capitán Kirk de la Enterprise, que el escritor transformó hasta convertirla en otra de Godzilla, o los recuerdos que sus padres ocupan en su memoria. Toda esta experiencia directa la pone el autor en boca de sus protagonistas, que de esta manera se nos antojan realistas al tiempo que próximos. Porque sus historias son, en definitiva, también las nuestras. La pérdida, la culpa, el sacrificio, la amistad o el paso del tiempo se reflejan en nuestras propias vidas, resuenan en nuestros espíritus cual vibraciones simpáticas y nos sumergen de lleno en la ficción del autor.

Ahora bien, si relacionamos esta habilidad para atraparnos en sus redes con el hecho de que el suyo es el género fantástico y, especialmente, de terror, nos podemos hacer una muy buena idea del talento del que goza Langan al conseguir hacer pasar por creíbles situaciones que, en el fondo, incluyen elementos disparatados. El lector acaba obviando el monstruo mitológico, la torre que cual Tardis se desplaza a lo largo del tiempo y del espacio o el callejón que se abre a una ciudad de pesadilla, para adoptar la visión y compartir el sentir de sus protagonistas. Somos uno con ellos y, así, eludimos la incredulidad, suspendida, independientemente de lo absurda o fantástica que pueda ser la anécdota o el contexto de la narración. Ninguna premisa de historia es demasiado descabellada como para disuadir al autor de colaborar en una de las muchas antologías en las que ha participado: “¿Que quieres una mantícora en un cuento que transcurra en la actualidad?, ¡aguántame el cubata!”.

A todo esto, he de añadir que otro de los elementos que me ayudó a entrar muy fácilmente en la prosa de Langan fue esa decisión consciente, como escritor, de devolverle al ser humano, dentro de un contexto que a menudo nos recuerda al horror cósmico, el poder de su voluntad, contraponiéndose así al patente nihilismo y la desesperanza que suelen asociarse al subgénero. El Mal existe, pero en nuestra mano está confrontarlo (que no necesariamente derrotarlo); algo que los protagonistas de las historias de Langan hacen en nombre de las personas que aman (los relatos Sombra y sed o Ancla son buenos ejemplos), como también movidos por la compasión hacia sus semejantes (Caoineadh).

John Langan, retratado cual uno de sus personajes en ‘Ancla’; adivinad a quién me refiero

Pero Langan tiene otras maneras de meterse al lector en el bolsillo. Desde dosificar la información justa que necesitamos para desentrañar un misterio inicial, a la importancia que concede a que la narración sea fluida, pasando por sus referencias a la cultura popular. Por no hablar del personalísimo universo que parece haberse concebido a sí mismo (si hemos de hacer caso a sus palabras) a partir de las páginas de diferentes relatos, y que toma forma en una lúgubre ciudad junto a un vasto océano de negras aguas que se encuentran en una dimensión paralela a la nuestra. Una fórmula que acaso nos recuerde a la ficción de autores como Clive Barker, Neil Gaiman o China Mieville, mientras que si volvemos la mirada atrás reconoceremos a Howard Phillips Lovecraft, sobre cuyo trabajo Langan ha dado conferencias, y cuyo imaginario se halla en el sustrato de varios de estos relatos, ya sea de forma directa (Las fauces abiertas de Caribdis es su interesante interpretación de esa población costera que es Innsmouth), o bien pasada por el tamiz de continuadores como Ramsey Campbell (Pesca con espejos es un claro homenaje), Fritz Leiber (sobre el cual Langan tiene un ensayo) o, en definitiva, Stephen King. Y es que este último es la deuda literaria más clara que Langan ha reconocido (“es parte de mi ADN como escritor de una manera diferente respecto a cualquier otro autor”), y que se concreta no sólo en ese estilo fluido que comentaba más arriba, sino en la naturalidad con que el terror y la fantasía irrumpen en las esferas de lo cotidiano y lo personal.

De los once relatos que componen esta antología, no hay ninguno que no me haya enganchado desde el primer párrafo y, aunque el impacto de cada historia ha sido diferente, también es innegable que, en mi caso, el proceso de lectura, el viaje en sí mismo, podría definirse como un arrebato. Langan ha sido capaz de tocar todas las teclas que disparan mi entusiasmo por el género, lo cual se ha traducido en auténticos maratones de lectura a los que, por lo general, no soy dado.

Si me preguntáis por los mejores cuentos que reúne Bocadáver y otras autobiografías, creo que Sombra y sed ocuparía el lugar más alto de mi lista, porque fue el primero que realmente me voló la cabeza y que ha dejado impronta en mi recuerdo con algunas escenas muy potentes, otro de los puntos fuertes de Langan, como está confirmando mi lectura actual de El Pescador, su novela que le valió un premio Bram Stocker y que La Biblioteca de Carfax publicó en 2018. Volviendo a esta antología, la arriesgada propuesta de fantasía urbana mezclada con mitología de Ancla me sedujo nada más comenzar a leerlo. Otra historia que me ha entusiasmado es Pesca con espejos, a la que ya he hecho referencia, mientras que tanto El Suplemento como Caoineadh consiguieron emocionarme profundamente.

Alberto Chessa traduce ambas obras de Langan para La Biblioteca de Carfax

Lo cierto es que Bocadáver y otras autobiografías no sólo me ha proporcionado grandes momentos de lectura, sino que también me ha descubierto un nuevo autor al que seguir, John Langan, con el que he simpatizado de inmediato y que auguro capaz de vencer cualquiera de mis bloqueos lectores. Al mismo tiempo, las notas finales del libro me han abierto la puerta a todo un repositorio de escritores de la misma generación, de los que admito sólo haber leído a Stephen Graham Jones (con mucha pasión, eso sí), pero de los que sólo es cuestión de tiempo que acabe por leer alguna de sus obras. Sí, podría decirse que he picado el anzuelo.

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‘Bocadáver y otras autobiografías’, de John Langan was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.

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