Niza es noir y Dios mora en ella
“Registrado bajo la luz nocturna y deformante de una copa; aun así, todo es verdad”. Estas palabras de Joann Sfar, que sirven de prólogo a Riviera, son el mejor cebo para que el lector entre, como quien no quiere la cosa, en un juego donde la duda razonable es protagonista indiscutible de un relato que fluye entre la realidad y la ficción, y que supone la primera incursión del prolífico autor francés dentro del noir.
Esta historia de límites difusos y hasta desconcertantes, requiere empezar con Míster Formidable, su sexagenario protagonista, un entrañable granuja de lengua afilada y pronto violento, incapaz de mantenerse al margen de la calle y sus problemas, para desesperación de su mujer y disfrute nuestro. El viejo es un judío argelino emigrado a Francia en los setentas, al que la vida no se lo ha puesto nada fácil, negándole el que siempre ha sido su sueño, una idílica villa con piscina en la Costa Azul que disfrutar con sus nietos.
Pero Míster Formidable, a pesar del encanto que destila a primera vista, de su descarado sentido del humor y de la originalidad de un planteamiento que huye de la convención, no es un personaje ni cómodo ni agradable. Su comportamiento, iracundo e imprevisible, y su moralidad cuestionable probablemente causen rechazo e incluso repulsión, para luego, al cambiar de capítulo, conseguir enamorarnos de nuevo.
Cual road movie, la acción de Riviera discurre tanto a lo largo de una carretera, entre París y Niza, como entre dos épocas, un presente marcado por el confinamiento decretado en Francia por el Covid, y un pasado en el que el protagonista evoca diversos momentos de su vida, especialmente de su infancia y su juventud. La yuxtaposición de estos recuerdos junto a la historia principal nos permite entrever un relato de la inmigración proveniente de la antigua colonia francesa en África, donde convergen marginalidad y crimen en el canalla de Míster Formidable. De esta manera, el antihéroe de Sfar acepta el encargo de un capitoste de la policía parisina consistente en hacer una entrega en mano de dinero negro en Niza, ciudad costera que conoce al dedillo.
Pero Riviera contiene otras influencias cinematográficas que entroncan de forma más directa con la tradición francesa, y concretamente con el polar, ese subgénero del cine policiaco que vería la luz durante la posguerra bajo el auspicio del noir norteamericano. Sfar retrata la realidad de los bajos fondos, unas veces desde la cotidianeidad que podemos encontrar en los tejemanejes que tienen lugar en el humilde bistro regentado por Míster Formidable y su mujer, mientras que otras veces lo sórdido del escenario acompasa a la acción, desde un flirteo en la pista de baile de un bar de gigolós, a un polvo en el cuarto trasero de una gasolinera de carretera. Por otro lado, el espíritu polar también lo hallamos en su protagonista, un tunante que intenta salir adelante como puede, pese a las zancadillas que le pone la vida; frustrado por los traspiés, acostumbra refugiarse en sus recuerdos, y en última instancia no descarta abandonarse a un destino fatalista con visos de profecía autocumplida.
Niza, la ciudad donde Sfar nació y pasó su juventud, no sólo es el marco de esta ficción con tintes biográficos innegables, sino que el evidente amor que el autor siente por ella la eleva hasta colocarla a la par con la historia. Así, ante la aseveración de un rabino según la cual Dios está en Jerusalén, Míster Formidable contesta que “Dios también está en Niza”. Esta devoción por esta localización se hace tangible en la evocación del pasado del protagonista, que por momentos parece el alter ego del propio Sfar. No serían de extrañar, entonces, las referencias a su padre, André Sfar, que aparece como un personaje destacado en la vida de Míster Formidable, que éste último esté basado en el aspecto de un íntimo amigo del artista o que el judaísmo y la música adquieran, como en otras obras suyas (El Gato del rabino, Klezmer), un papel relevante. De repente, las palabras con las que el autor iniciaba Riviera cobran un nuevo significado, y como lectoras nos haremos muchas preguntas sobre el grado de veracidad de lo que estamos leyendo.
La historia se divide en siete capítulos, que se abren con una portadilla cuyo reverso es de color teja, la segunda tinta en una novela gráfica ilustrada en escrupuloso blanco y negro, donde la espontaneidad de la narrativa y la expresividad del dibujo rompen con cualquier supuesto ideal de belleza. Sfar no dibujará bonito, pero su estilo naíf, a menudo en abierto y duro contraste con lo retratado, no deja indiferente, a la par que es solvente y facilita que la lectura fluya.
Después de la edición de dos entregas de Los cuadernos de Joann Sfar (Si Dios existe y Si yo fuera mujer me casaría conmigo), parece evidente la intención de la editorial Confluencias de seguir recuperando esa parte de la obra del artista que no es tan conocida por estos lares, lo cual, por sí mismo ya es un motivo de celebración. A esto debe añadirse el cuidado exquisito con que la editorial andaluza acostumbra editar, que aquí salta a la vista con tan sólo pasar las páginas y constatar el elevado gramaje del papel.
Riviera es una novedad en formato de novela gráfica, rica en matices, una muestra más del genio de un Joann Sfar que coquetea entre la ficción y la realidad, y que bucea en los claroscuros del alma del incomparable Míster Formidable, ese canalla que se debate entre su apego al materialismo y su temor a la divinidad. ¿Tendremos la suerte de que Sfar decida rescatar a este pícaro mafioso en un futuro o se quedará en uno más de sus proyectos inacabados?
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‘Riviera’, de Joann Sfar was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.