Una novela de 1978 que cuestiona la maternidad, la sexualidad y la familia
Tras el éxito de Territorio de luz, nos llega la segunda novela de Yuko Tsushima (1947–2016), publicada originalmente en 1978. Ambas novelas podemos leerlas en Impedimenta, con traducciones de Tana Oshima.
Tsushima aborda en El hijo predilecto los problemas del amor y la soledad, de la maternidad y el duelo, en la experiencia concreta de una mujer divorciada en la capital japonesa durante los años 70. Kōko, la protagonista de la novela, luchará contra los convencionalismos que envuelven la familia, el matrimonio y la sexualidad femenina ante la mirada de la sociedad y, de la misma forma, ante la mirada de sus seres más cercanos.
Kōko, de 36 años, vive sola en un apartamento de Tokio, tras separarse de su marido y de que su hija de 12 años, Kayako, comenzara a vivir en la casa familiar, con su tía. Asistimos, desde las primeras páginas, a un proceso de introspección psicológica casi abrumadora, una narrativa en primera persona a modo de stream of consciousness, donde la propia Kōko va moviendo sus palabras o pensamientos entre la fantasía y la realidad. Quizá una palabra que resuma la sensación de lectura sea «nostalgia»: la protagonista se enfrenta a su realidad en el presente desde una distancia considerable, que nos permite verla como alienada de su propia vida, impasible. Conforme la historia avanza, la relación con su hija, con su hermana y con sus exparejas se va haciendo cada vez más incómoda para el lector, pero la propia Kōko no parece darse cuenta, en una total disociación de su presente y de sus responsabilidades.
Con una prosa casi espiritual, Tsushima nos muestra las imágenes mentales de Kōko, que se aferra a los recuerdos de su infancia, como en un intento de recuperar el tiempo dejado atrás; rememora la pérdida de su padre o de su hermano, y los años de la infancia más tierna de su hija Kayako, pero, sin embargo, ese mismo apego al pasado le imposibilita pensar en su presente con la mente clara. Kōko se ha convertido en una extraña para sí misma. No encarna, además, el papel que podríamos esperar de una “buena” madre, y es a raíz de su cuestionamiento de la maternidad vivida 12 años atrás que va creciendo la que sería la trama principal, y la principal problemática de la historia: Kōko, tras su divorcio y varias relaciones intermitentes con otros hombres, descubre que está embarazada. El hipotético hijo que comienza a proyectar como una segunda oportunidad para poder enmendar sus errores pasados será para ella una imagen idealizada a la que no sabe cómo enfrentarse realmente, mientras que se convertirá en un arma que irremediablemente la sociedad usará en su contra. Sin embargo, el lector presencia y anticipa el rechazo que va a sufrir por parte de su entorno, pero la misma Kōko está tan sumida en sus propias ensoñaciones que no lo ve.
Se ha planteado con esta novela, tal como con Territorio de luz (publicada en España en 2020) un debate en torno a la maternidad que permite preguntas como: ¿qué es una “buena madre”?, ¿dónde están las límites entre la crianza y el egoísmo?, ¿hasta dónde ha de llegar la abnegación? El debate sobre lo “innato” de la maternidad en la figura de la mujer sigue incomodando en pleno 2023, por lo que sorprende la agudeza de la escritura de un texto como este, 45 años atrás.
A partir del esta trama alrededor de la maternidad en solitario, del divorcio y la forma en que la mujer sola — sin un hombre — es percibida, delos lazos y obligaciones familiares y la vida sexual y el deseo de la mujer, Yuko Tsushima elije una una narradora personalísima que usa una primera persona incómoda, un personaje con capas que no responde a lo que podríamos considerar “correcto”. No censura los pensamientos de su protagonista ni cae en el sentimentalismo con el que fácilmente se podría retratar la experiencia de la maternidad o las dudas en torno a ella. No se pretende, con la elección de esta perspectiva, agradar, ser ejemplar, ni crear empatía o lástima, sino retratar la complejidad propia de un ser humano, con todos sus dobleces, contradicciones y dolores.
Kōko rechaza la vida que sus allegados esperan de ella, no porque necesariamente esté en contra de la familia o del matrimonio, ni de la maternidad, sino porque sencillamente lo que desea para sí misma no es lo que se le ha impuesto. Es un cuestionamiento de su propio rol social alejado de lo “panfletario”, totalmente genuino. No hay, en El hijo predilecto, un discurso contra el matrimonio, contra la institución familiar, contra los hijos; la historia es solamente el reflejo de una experiencia concreta de alguien que, sin querer rebelarse por rebelarse, no encaja, y por ello se le juzga y castiga.
En las páginas finales, se incluyen unas palabras de la propia Tsushima, donde recuerda el proceso vital que la llevó a escribir sobre los temas que escribe y desde la perspectiva en que lo hace. Habla sobre su propia experiencia siendo una mujer separada, su vínculo con sus hijos, con la idea de la maternidad y con la sensación de soledad que todo ello acarreaba, y que refleja siempre en sus protagonistas, obligadas a la soledad y al rechazo por sus decisiones fuera del margen. Se muestra el deseo de representar a mujeres solas, mujeres con el derecho a ser sexuales, deseantes; de ser egoístas y no sacrificadas; de ser conformistas, pero también ilusas; el derecho de las mujeres, por encima de todo, de ser incorrectas.
“Estuve esperando que llegara a mi vida, pero como no llegó, decidí crearlo.”
EL HIJO PREDILECTO | YUKO TSUSHIMA | Casa del Libro
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‘El hijo predilecto’, de Yuko Tsushima was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.