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‘Bran Mak Morn. El último rey’, de Robert E. Howard

Espada y brujería en un pasado mítico donde aguerridos pictos desafían a las águilas romanas

Reino de Cordelia publica esta nueva edición de los relatos de Robert E. Howard

En el acalorado debate mediático en el que se enfrentan los enconados seguidores de una baja literatura a los de una alta literatura, y en el que incluso se han llegado a posicionar editoriales, satisface comprobar que otras, en cambio, prefieren mantenerse ajenas a estas distinciones. Este parece ser el caso de Reino de Cordelia, que ha publicado recientemente esta antología que reúne todos los relatos breves sobre el caudillo picto Bran Mak Morn escritos por Robert E. Howard, a quien le debemos la creación de Conan, el celébre bárbaro cimmerio. La editorial, de dilatada carrera, propietaria de un catálogo variado donde los clásicos tienen una presencia destacada y con un cuidado delicioso a la hora de editar sus títulos, nos trae este clásico del pulp norteamericano de hace un siglo, con prólogo del poeta Luis Alberto de Cuenca: toda una declaración de intenciones.

Para quienes no conozcan al ficticio rey Bran Mak Morn, Howard le atribuyó la responsabilidad de unificar las distintas tribus pictas contra el expansionismo del imperio romano en Gran Bretaña. Su persona (o su sombra), es el nexo común de los cinco relatos y el poema contenidos en este volumen, que el tejano creó a partir de la inspiración de un libro, The Romance of Early British Life, de G. F. Scott Elliot (un botánico de ascendencia escocesa), que cubría el dilatado período que va desde la prehistoria hasta la llegada de los daneses a las islas británicas.

La portada e ilustraciones interiores son a cargo de Carlos Fernández del Castillo

Esta fuente documental secundaria, probablemente ya imbuida de cierto romanticismo, debió ajustarse a la perfección a lo que Howard buscaba como inspiración para pergeñar estos relatos de aventuras en los que se perciben ecos del universo fantástico de la era Hiboria que este autor había ido tejiendo en torno a otros personajes de su creación, como Kull de Valusia o el propio Conan. Así, no es de extrañar la mención de un aliado picto de aquel, Brule, el llamado Asesino de la Lanza, de quien derivaría el linaje de Bran Mak Morn.

La caracterización de este pueblo de origen céltico como belicosos salvajes pintados (o tatuados), que combatían casi desnudos y que mantuvieron a raya a las legiones romanas, parece que no se corresponde necesariamente con la realidad, pero Howard no podía pasar por alto un imaginario a priori tan seductor, que acabó siendo vinculado a otro no menos atractivo: el de los vikingos. El resultado es un pastiche delicioso, donde a la violencia sin freno se añaden elementos mágicos y sobrenaturales para conformar las características típicas del género de espada y brujería.

Estos relatos cuentan con una nueva traducción de Susana Carral

Como casi toda antología, ésta es irregular, alternándose relatos fácilmente olvidables con otros memorables. Entre los primeros, La raza perdida o Los hombres de las sombras, ineficazmente resuelto a pesar de contar con una potente premisa básica (la retirada en desbandada de un grupo de soldados romanos, perdidos en territorio enemigo y hostigados por los pictos) que estoy casi seguro que el director de cine Neil Marshall fusiló en su película Centurión (2010).

Sin embargo, la grandeza del volumen recae en relatos como Los reyes de la noche, donde Howard relata la batalla crucial que enfrenta a Bran Mak Morn y sus aliados contra las legiones de Roma, o El Hombre Oscuro, en la que Turlogh Dubh, un irlandés proscrito para su clan, se hace a la mar en solitario para perseguir una partida de daneses que han secuestrado a la hija de su antiguo señor. Pero es sin duda Los gusanos de la tierra el mejor relato de los incluidos; una historia de honor y venganza protagonizada de nuevo por el caudillo picto y que cautivará a los amantes del terror que acuñó H. P. Lovecraft. De hecho, el de Providence tuvo palabras de elogio para ella en el obituario que escribió a la muerte de Howard, y todavía es, a fecha de hoy, una de sus mejores obras según la crítica.

En definitiva, Reino de Cordelia nos trae una muestra significativa de ese pulp por el que destacó el malogrado Robert E. Howard, en el que no sólo encontramos altas dosis de aventuras y violenta acción, sino también un romanticismo crepuscular y estético, con el que el autor se identificaba y que se plasma en bellas y sobrecogedoras imágenes, tanto en su prosa como en su poesía. Ambas se caracterizan por un estilo popular, alejado del tono culto a menudo asociado al romanticismo literario, de manera que la lectura resulta ser fácilmente digerible y muy entretenida en sus mejores relatos.

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