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‘Cosecha roja’, de Dashiel Hammett

El clásico imprescindible del ‘hardboiled’ se conserva tan actual como hace casi cien años.

Inmersos en una explosión comercial y mediática de la serie negra contemporánea, me parece curioso que hoy en día apenas se hable comparativamente de autores clásicos que en su momento supusieron toda una revolución. El caso de Dashiel Hammett es paradigmático, pues contribuyó a subvertir de forma decisiva el género detectivesco en su variante whodunit, enraizada en la tradición literaria británica, imprimiendo un fuerte carácter norteamericano, reflejo de la realidad que como agente de los Pinkerton tan bien conoció (la Ley Seca, los enfrentamientos entre bandas de gángsters, la corrupción gubernamental y las huelgas obreras), resultando en un éxito que le catapultó al cine de entonces (El halcon maltés como título emblemático) y popularizando el hardboiled.

Me pregunto si el estatus de clásico que pende sobre Hammett tiene algo que ver con el relativo silencio que pesa sobre este autor, reivindicado en círculos que tienden a ser más bien pequeños. También he llegado a leer alguna reseña sobre alguno de sus libros que concluía tachando a Hammett de “superado” o incluso “anticuado”, y no podría estar más en desacuerdo después de acabar mi primera toma de contacto con esta Cosecha roja.

Cosecha roja’, de Dashiel Hammett, en la que creo es su edición más reciente (2011)

La historia de Cosecha roja, la primera novela que escribió Dashiel Hammett por entregas poco antes de 1929 (el mismo año del crack de la Bolsa e inicio de la Gran Depresión), está ambientada en Personville, una pequeña población de naturaleza minera de Montana. El autor al parecer halló la inspiración en la real Butte, que pasó a la historia norteamericana por los altercados conocidos como la masacre de Anaconda, durante los cuales guardias armados en nómina de la compañía minera de dicho nombre dispararon y asesinaron a diversos piquetes de mineros que se habían declarado en huelga, un crimen que quedó impune y que apunta a la corrupción sistémica de la que adolecía la zona. No es de extrañar, con estos referentes reales, que el clima que se respira en Personville le merece el apodo, entre los locales, de Poisonville, a donde va a parar el Agente de la Continental, protagonista recurrente de Hammett, cuya agencia ha sido contratada para investigar el asesinato del hijo del magnate local.

El Agente de la Continental es un personaje singular dentro de la producción literaria detectivesca. Para empezar, en ningún momento se desvela su nombre. Su físico participa también de esta peculiaridad, pues se trata de un tipo de unos cuarenta y tantos, más bien bajito y con un evidente sobrepeso (en torno a los 90 kilos). Aunque inteligente y eficaz en su trabajo, carece de la brillantez sobrehumana de otros compañeros ficticios de profesión y, a pesar de su apariencia, se trata de un tipo pendenciero, de dudosa catadura moral (por no decir una abierta amoralidad en algunos momentos) y con escasos escrúpulos, que no duda en echar mano de su “hierro” o sus puños para solventar un problema.

Dashiel Hammett, quien podría pasar por un personaje de esta novela.

Hammett posee un talento natural para la narración, que demuestra desde el principio de la novela, con su escueta descripción de Personville, que casi parece toda una declaración de principios. Así, un estilo depurado, directo, muy del gusto popular, le sirve para retratar ambientes y personajes de forma certera, contando mucho con un mínimo de recursos. La historia avanza a un ritmo ágil, en buena parte debido a sus diálogos directos, abundantes en una chulería que oscila entre lo cool y lo vergonzoso, y al menos a mí, que venía de leer a Chandler, consiguió sorprenderme con un par de giros insospechados que ponen en evidencia la novedad del nuevo género, donde la acción cobra un papel destacado. La situación del Agente de la Continental, que acaba envuelto en las luchas intestinas por el poder en la ciudad, a buen seguro nos recordará diversas películas que han adaptado este argumento, desde Yojimbo de Akira Kurosawa, quien en su momento reconoció su deuda con La llave de cristal (otra de las novelas de Hammett), pasando por las versiones que de aquélla salieron después, como Por un puñado de dólares de Sergio Leone o El último hombre de Walter Hill. Las más recientes Muerte entre las flores, de los hermanos Coen, o Brick, de Rian Johnson, son claras deudoras de este libro.

La probada actualidad de ‘Cosecha roja’ se refleja hasta en ‘Muerte entre las flores’, de los Coen.

La novela cuenta con otros elementos interesantes que inciden en una patente actualidad. Así, por ejemplo, la inclusión de un personaje femenino memorable como es Dinah Brand, una mujerona de fuerte personalidad, sobrada independencia y probada astucia, características que contrastan con su juventud y su marginalidad, y que, aunque nos podría recordar al arquetipo de femme fatale, en realidad todavía no se identifica con la imagen estereotipada que acabaría difundiendo el cine clásico de la época, hasta casi dar la impresión que su concepción debe más a la necesidad de crear una contrapartida creíble para el Agente de la Continental. Otro elemento a priori atractivo de la novela es su ritmo, donde los capítulos y las escenas se suceden a un ritmo casi tan vertiginoso como el de las muertes de los personajes que intervienen en la trama, algo que, me atrevería a decir, el propio George R. Martin aprobaría sin reservas.

En definitiva, Cosecha roja se ha ganado a pulso su categoría de clásico imprescindible de un género que contribuyó a moldear, al tiempo que su lectura sigue siendo, hoy en día, de una frescura envidiable y un pasatiempo de primera.

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