Antes de haber leído nada de N. K. Jemisin ya llevaba un tiempo en mi radar. Su primera novela, Los Cien Mil Reinos, se hizo con el Locus a la mejor primera novela y fue nominada a casi todos los premios más importantes del campo de la fantasía y la ciencia ficción (Hugo, Nebula, World Fantasy, David Gemmel y Tiptree, nada menos). Un principio espectacular para una carrera literaria, que la puso de inmediato en mi punto de mira. Sin embargo, el éxito no la siguió a España de inmediato. Minotauro llegó a publicar la segunda parte de la trilogía, pero no la tercera, dejando la saga colgada. Debido a esto, nunca me animé a leer esas primeras novelas.
Aún publicó otras dos novelas que nunca han sido traducidas, pero con su siguiente trilogía, la cosa cambió. La Tierra Fragmentada logró algo inaudito. Además de un torrente de nominaciones, las tres partes consiguieron el Hugo a la mejor novela tres años consecutivos (2016, 2017 y 2018). La tercera parte, El cielo de piedra, consiguió también el Nebula y el Locus, por si fuera poco. Ya en su momento nuestro compañero Albertini se hizo eco de la importancia de este hecho. Esto puso por fin a Jemisin en el mapa en España y puedo confirmar que cada uno de esos premios es más que merecido (He leído todos los Hugo y todos los Nebula, creo que sé de lo que hablo). No he dejado de recomendarlas desde que las leí.
La ciudad que nos unió nos cuenta la toma de conciencia de la ciudad de Nueva York. En este mundo las ciudades “cobran vida” y escogen una personificación. En muy pocos casos además de la personificación primaria, puede tener también personificaciones de sus distintos barrios. En el caso de Nueva York, sus cinco distritos, Manhattan, Bronx, Brooklyn, Queens y Staten Island, son representados por los protagonistas de la novela. Por supuesto, hay un antagonista, un ser de otra dimensión que intentará que Nueva york nazca muerta. Este argumento sirve a la autora para hablar de racismo, homofobia y de la gentrificación como grandes males que asolan la ciudad y son utilizados y exacerbados por el enemigo. También sirve para hacer un extraño homenaje a Lovecraft, sin dejar de recordarnos lo racista que era el autor de Providence.
Denunciar el racismo, el machismo y la homofobia me parece loable. Incluso necesario, en estos tiempos que corren, por más que a una parte de la población le parezca que ya nos estamos poniendo muy pesados con eso y con la inclusividad (es el tipo de gente que cree que Jemisin solo ha ganado tantos premios por ser una mujer negra y no por sus propios méritos). Además, soy poco menos que un fanboy de la autora, así que realmente esperaba y quería que me gustara esta novela. Lamentablemente no ha sido así. El prólogo, que es un cuento que a autora ya había publicado previamente levemente retocado, La ciudad que nació grandiosa, plantea el nacimiento de Nueva York, encarnado en un joven indigente. El planteamiento es intrigante y prometedor, introduciendo a la encarnación de Sao Paulo, que ha venido a ayudar en el proceso. Después de eso, todo va a peor.
Cuando recomiendo la trilogía de la Tierra Fragmentada, lo que más elogio de la autora es su forma de introducir el mundo, sin dar ninguna explicación. El libro lo narra alguien que vive en ese mundo y trata con otra gente que tiene su misma información, de modo que no se ponen a explicar cosas que para ellos son de sobra sabidas. Como lector uno va perdido durante decenas, si no cientos, de páginas. Tiene que prestar atención e ir recabando detalles hasta que por fin entiendes qué está pasando. Cuando lo consigues es increíblemente satisfactorio. El sentido de la maravilla que logra transmitir de esa manera pueden igualarlo muy pocos autores. Y en sucesivas entregas de la trilogía conseguía volver a reproducir el esquema, a pesar de que crees que ya conoces ese mundo. Que Jemisin es una maestra del world building no creo que lo discuta nadie que haya leído esos libros.
Esa Jemisin que se atrevía a dar por sentado que el lector es una persona inteligente capaz de retener información compleja ha desaparecido por completo aquí. Las personificaciones de los distritos de pronto saben un montón de cosas así sin más. El libro está repleto de momentos en los que un personaje no sabe cómo sabe tal cosa o tal otra, pero la sabe. De esta forma se le transmite al lector toda la información pertinente mascada para que no tenga que hacer ningún esfuerzo. Pero eso no sería tan malo si la entidad extra dimensional que quiere impedir que la ciudad nazca, no se presentara ante los protagonistas para darles la información que desconocen como si de la villana de un mal tebeo de superhéroes se tratara, explicando su plan a los héroes para que tengan tiempo de impedirlo. Sus diálogos resultan demasiado largo, redundantes y por momentos hasta innecesarios, consiguiendo hacerla parecer incompetente y que temamos muy poco por la seguridad de nuestros héroes.
Cuando estaba leyendo el libro ya sabía que iba a tener que escribir esta reseña y buscaba algo que me gustara para que no fuera todo negativo, pero los defectos se me acumulaban. Por una parte, está la sensación de que si no eres de Nueva york todo es como una broma privada de la que se te ha excluido. Los temas principales son tratados de una forma poco sutil, por no decir burda. La novela está llena de hombres blancos racistas que parecen genéricos y acartonados, no transmiten nada. Como si no se fuera a entender que son racistas si no son una caricatura de un votante de Trump. Lo mismo con todo. Un Starbucks se convierte en un monstruo inter dimensional. La gentrificación es mala, amigos, y ya sabemos que Starbucks es el niño del poster de la gentrificación. Los personajes adquieren poderes y saben usarlos sin más, sin ningún proceso de aprendizaje. Incluso los distritos de Nueva York, cada uno habitado por millones de personas, son reducidos a un estereotipo. Aun así, el libro ganó el Locus y fue de nuevo nominado al Hugo y el Nebula, así que puede que sean todo manías mías.
Al final, eso sí, logré encontrar algo bueno que decir de la novela. Si Nyarlathotep aparece en los relatos de Lovecraft como un hombre de piel oscura, aquí el emisario del enemigo es una mujer blanca, de pelo blanco y ropas blancas, lo que me parece una gran forma de darle la vuelta al racismo (aunque sea tan poco sutil como todo lo demás). Cuando por fin descubrí la naturaleza del enemigo, eso me arrancó una sonrisa. Y el giro final con el que se resuelve la novela también me pareció muy ingenioso, fiel a las reglas de cómo funciona la magia de las ciudades, pero sin que te lo hayas visto venir. No ha sido lo suficiente como para quitarme del todo el mal sabor de boca, pero ha redimido un poco el libro a mis ojos.
La segunda parte de esta saga de Las Grandes Ciudades, The World we make, acaba de publicarse en Estados Unidos. Había leído en alguna parte que iba a ser una trilogía, pero veo que la editorial dice que la serie concluye en esa segunda parte.
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‘La ciudad que nos unió’, de N. K. Jemisin, o cómo amar y odiar Nueva York was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.