La épica búsqueda de la expedición Franklin
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Hasta hace apenas unos años, fue uno de los mayores misterios sin resolver de la historia occidental moderna y la recuperación de sus restos, uno de los principales objetivos arqueológicos de la historia de la exploración mundial.
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Finalmente, el hallazgo de los pecios y el análisis y reinterpretación de antiguas y nuevas pruebas halladas, han cerrado por fin el círculo y resuelto en gran parte, el misterio. El 7 de septiembre de 2014 fue encontrado el HMS Erebus, y en 2016 el HMS Terror, ambos muy cerca de la isla del Rey Guillermo, en el ártico canadiense.
Paul Watson* cuenta la historia de la Expedición Franklin y su búsqueda del Paso del Noroeste (1845), una intuida ruta naval que acercaría el comercio entre Europa y el Extremo Oriente atravesando la costa norte del actual Canadá. Un recorrido mucho más corto del hasta entonces usado rodeando América o África, mucho antes de que se pudieran construir los canales de Panamá y Suez. Así lo hace, desgranando al detalle la misión, desde sus antecedentes, su formulación y preparación desde el Almirantazgo británico y destino, como, en paralelo, la historia de los inuit de la región y también sobre su propia experiencia personal en esta misma historia.
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Pues estuvo implicado en algunas de las misiones de investigación así como trató con varios de sus protagonistas. Dedicándole el libro a Louie Kamookak** (Canadá 1960 2018), historiador y profesor local inuit de Gjoa Haven. Ciudad situada en la región en la que se encontraron los restos de la expedición Franklin y que Kamookak, de forma autodidacta investigó en persona, partiendo de los recuerdos orales de su propia familia y comunidad sobre los hechos y de toda la bibliografía sobre el tema que pudo reunir.
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Watson aclara persistentemente, como los inuit del lugar, conocían lo que les había ocurrido a los hombres de Franklin y dónde se hundieron los barcos. Obligados espectadores de la tragedia, ignorados por la soberbia y prejuicios de primero unos exploradores abocados al fracaso por su falta de preparación práctica y después por la mayoría de una larga y variada serie de expediciones de rescate sin grandes resultados, hasta una fecha tan tardía como la década de los 1860, cuando otro explorador sobre el terreno, Charles Francis Hall confió en sus guías nativos, Joseph Ebierbing y Hannah Tookoolito.
Aunque sus logros fueron de dominio público aún mucho después, entre 1992 y 1995 gracias a los esfuerzos y publicaciones de David C. Woodman, marino e investigador, también determinante para los descubrimientos finales. Pues la política colonial británica y luego canadiense anuló social y culturalmente hasta hace unas pocas décadas a los inuit.
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La relación entre las tripulaciones a las órdenes de Franklin y los inuit fue difícil pese al reconocimiento previo por visitas anteriores y las intenciones pacíficas, puramente científicas, de la misión***. Una vez producido el desastre, el comportamiento extraño de los exploradores asustó a los nativos, incluso para cuando los europeos solo eran un puñado de hambrientos náufragos. No solo por prejuicios sociales o tensiones y desesperación por parte de los británicos que pudieran surgir tras el fracaso de su viaje. Quizás fue la locura de unas mentes intoxicadas por el plomo de la fontanería de los buques que contaminó su agua y alimentos y el escorbuto y neumonía adquiridos después de tres largos años varados en el hielo, como se ha deducido tras años de investigación.
El pueblo inuit, los mal llamados esquimales, son uno de las comunidades más pacíficas y gregarias que existen, por tradición, por su bajo número, habitando un clima extremo con muy pocos recursos, la necesidad obliga.
Gracias a ellos se encontraron muchas de las primeras pistas concluyentes de lo ocurrido. Al conservar objetos y maderos procedentes quizás directamente de los mismos expedicionarios o recogidos en la nieve y de los pecios para entregarlos sin dificultad más tarde a los siguientes exploradores en llegar al lugar.
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Pues también tenían localizados desde el primer momento, donde habían ido a parar el Erebus y el Terror, señalados, claro, en su propio idioma. Información que ningún explorador de las misiones de rescate se preocupó por traducir e investigar.
Esta y otras historias de exploradores y marinos, relacionados con la exploración del ártico durante tres siglos, y los intentos de rescate para los posibles supervivientes como para intentar comprender que les ocurrió, se entrelazan como una novela río en un trabajo de recopilación e investigación excelentemente explicado por Watson.
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*Paul Watson (julio de 1959, en Weston, Ontario) es un periodista, fotógrafo y reportero de guerra, muy reconocido en su Canadá natal. Ganador de un Pulitzer por su trabajo como fotorreportero durante la intervención estadounidense en Somalia, en 1994. Página web aquí.
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**Sobre Louie Kamookak, citas en canadiangeographic.ca y en youtube.
***Aunque fue una expedición muy organizada que contaba con veteranos marinos y científicos con una tripulación selecta, disponiendo de la tecnología más avanzada del momento, se cometieron graves errores. Como escoger una ruta equivocada y no emplear suministros y equipos adaptados al extremo invierno polar. Solo a partir de 1906, cuando Roald Amundsen consiguió cruzar el Paso del Noroeste, tras aprender las técnicas de supervivencia inuit y conocer bien el terreno se hizo esto posible. Hoy en día, con el deshielo de los polos, las rutas por el extremo norte vuelven a ser de interés, tanto como vías de comunicación como territorios de los que explotar nuevos recursos
Citas de interés:
Numerosas obras de arte, pinturas, poemas, novelas u obras de teatro a lo largo del siglo XIX ilustraron el drama, como En Mares Helados, de Wilkie Collins, en 1857. Julio Verne no fue ajeno al desastre. En El viaje y las aventuras del capitán Hatteras (1866) y en Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), los barcos son citados. Esto mismo hizo Joseph Conrad en su El Corazón de las Tinieblas (1899).
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Mucho más reciente y popular es la novela El Terror de Dan Simmons, de 2007, una fiel reconstrucción de la misión en clave fantástica, también adaptada para la televisión en 2018 para AMC, The Terror, con gran éxito.
Sinnéad O’Connor y Bob Dylan fueron los cantantes más famosos que han interpretado el himno dedicado a la fallida expedición, Lady Franklin’s Lament.
En 2008 se publicó El que camina en el viento, campaña para el juego de rol La llamada de Cthulhu, inspirada en estos hechos. El mismo año, Clive Cussler editó Tormenta en el Ártico y al año siguiente lo hizo Richard Flanagan con Wanting, ambas novelas de éxito comercial.
En 2012, BBC Radio 4 transmitió una obra de radio llamada The Erebus basada en los eventos de la expedición Franklin. En 2016 se estrena Star Trek: más allá de Justin Lin, dónde los protagonistas se enfrentan a los supervivientes de una nave de exploración desaparecida un siglo antes, la USS Franklin. En 2018, ni más ni menos que Michael Palin, publicó Erebus: Historia de un barco.
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De niño, en la década de los 1980, en la biblioteca del colegio, descubrí un tomo muy ilustrado sobre la expedición perdida de Franklin, narrando la propia investigación de sus autores en el lugar dónde se hallan las tumbas de tres miembros de la expedición fallecidos antes del desastre, así como de otros restos y ruinas de campamentos. Atrapados en el hielo, de O. Beattie y John Geiger. La historia y sus fotos me causaron una gran impresión.
Ficha:
Fantasmas de hielo de Paul Watson. Traductor: Juanjo Estrella González. Editorial: Ediciones Península. ISBN: 9788499427300. Tapa blanda. 2018. Colección: Odiseas.
Enlaces de interés:
Iluminator.blog, buildingterror.blogspot, erebusandterrorfiles.blogspot, kabloonas.blogspot, visionsnorth.blogspot.
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‘Fantasmas de hielo’, de Paul Watson was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.