Sueños, yakuzas y el Diablo
Lo confieso, debo ser un mitómano porque, si no, no entendería cómo empecé a leer a Laird Barron con esta novela corta. Y es que, antes del escritor, le conocí como uno de los personajes del relato breve Ancla, de su amigo John Langan, que podéis encontrar en la genial antología Bocadáver y otras autobiografías. Ese personaje inspirado en Barron era tan tremendo que, leída una de las notas sobre el relato donde Langan explicita el referente real, me lancé de cabeza a buscar información sobre aquel tipo. ¿Sería tan duro como dejaba entrever la ficción? Lo primero que me encontré fue una foto que parecía corroborar que detrás de Laird Barron debía haber más de una historia. Y cuando empecé a leer sobre él, sobre los episodios de pobreza de su infancia en Alaska, sobre su participación en la Iditarod, la célebre carrera de larga distancia con trineos arrastrados por perros o sobre su trabajo como pescador en el mar de Bering, supe que debía leerle como escritor. Aquellos episodios vitales le ponían en contacto con Jack London, uno de mis autores favoritos, y tomé mi decisión, incluso antes de conocer que Barron fue fuente de inspiración para los creadores de la mítica serie televisiva True Detective.
Desafortunadamente, su obra no ha gozado de apenas difusión por estas tierras, y más allá de algunas contribuciones esporádicas en unas pocas antologías de relatos, Barron sólo cuenta con dos obras propias publicadas en castellano, una extensa novela publicada hace diez años por Valdemar (El rito), por la que ganó un Ignotus, y esta fantástica novela corta que nos trajo La biblioteca de Carfax a principios de este año dentro de su colección Deméter.
En El hombre sin nombre, nos encontramos con una historia de yakuzas protagonizada por Nanashi, un hombre cuyo pasado está envuelto en las brumas del misterio y los vapores del alcohol. Superada su adicción, el clan Heron lo adopta y, desde entonces, sus maneras violentas y expeditivas le granjean una fama terrible y el convertirse en un recurso valioso para los suyos. Por todo ello, Nanashi es merecedor de participar, junto a otros de sus hermanos de clan, en un encargo incómodo, consistente en dar una lección a sus rivales del Dragón, para lo cual tiene que ejecutar a Muzaki, un célebre y estimado luchador de lucha libre, quien ya está retirado.
A partir de esta premisa, Barron desarrolla una historia que oscila entre la acción más rabiosa con tintes tarantinianos (al parecer el director de cine fue otro de los obsesionados con este autor), un “noir” imbuido del surrealismo de Takashi Miike, un onirismo tenebroso enraizado en la iconografía oriental y un terror nacido conceptualmente de H. P. Lovecraft pero que en Barron adquiere una personalidad propia alejada de todas las manidas convenciones del subgénero.
La historia es una pasapáginas en toda regla, sí, pero también es cierto que el enfoque literario por el que opta el autor invita a que nos detengamos y recreemos en la belleza formal que adopta su prosa en determinados pasajes. Con ella, Barron es capaz de invocar sugerentes, alucinógenas imágenes, y transportarnos a un universo extraño, desconcertante, abierto a múltiples posibilidades, dejando al lector que elucubre sobre su auténtica naturaleza, aún después de finalizada su lectura.
Aunque consciente del precio, diría que elevado, que tienen las novelas cortas dentro de la colección Deméter si las comparamos con otros libros más extensos, no puedo sino recomendar muy encarecidamente este El hombre sin nombre de Laird Barron. Independientemente de la bellísima edición del librito que ha publicado La biblioteca de Carfax, donde el arte de Sequeiros brilla con luz propia, su lectura ha supuesto, para mí, una experiencia singular. Una de esas que dejan poso e invitan a ser revisitadas, y que en mi caso ha sido la puerta de entrada a un autor del que me muero por leer más cosas suyas. Me pregunto si contaremos con alguna antología que reúna parte de su ficción breve, y que incluya, con suerte, el relato “We Used Swords in the ‘70s”, donde parece que Nanashi vuelve a escena…
También te puede interesar:
- ‘Bocadáver y otras autobiografías’, de John Langan
- ‘La balada de Tom el Negro’, de Victor LaValle
- ‘Mi corazón es una motosierra’, de Stephen Graham Jones
‘El hombre sin nombre’, de Laird Barron was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.