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Alfredo Rodríguez: “La poesía es algo misterioso que misteriosamente nace de determinados seres”

Entrevistamos al poeta navarro en ocasión de la publicación de su dietario ‘Días del indomable’

Alfredo Rodríguez, en París (crédito de fotografía: Carmen Marí).

Con diversos poemarios detrás, (Salvar la vida con Álvarez, 2006; La vida equivocada, 2008; Regreso a Alba Longa, 2008; Ritual de combatir desnudo, 2010… Hasta llegar a Urre Aroa, seis poetas de Tierra Naba, 2020) Alfredo Rodríguez es un extraordinario conversador y un escritor que vive la poesía intensamente. Asimismo es autor de cuatro libros de conversaciones con el poeta novísimo José María Álvarez, de quien también ha preparado dos antologías poéticas. Su última obra publicada es Días del indomable, un diario personal que se centra en los textos que escribió en 2010 y 2011 bajo difíciles circunstancias personales.

Papel en Blanco: Hace muchos años, Josep Ramon Bachs en su programa Filiprim empezaba con una pregunta que era intencionadamente paródica, pero que me gustaría recuperar en esta ocasión. El poeta, ¿nace o se hace?

Alfredo Rodríguez: Recuerdo que eso mismo me preguntó alguien de entre el público en la presentación de mi primer libro de poemas allá por 2005. Vaya mal trago. Yo creo sinceramente que el poeta nace, es un ser elegido. Como dice el maestro José María Álvarez, la poesía es algo misterioso que misteriosamente nace de determinados seres. Es decir, o la llevas dentro, ya de serie, o no, en cuyo caso no hay mucho que hacer. Lo que sí es muy importante luego son las lecturas que van poco a poco formando al poeta, puliéndolo. El humus sabio, refinado y culto de las lecturas y relecturas.

PeB: ¿Cómo surge la necesidad de plasmar estos Días del indomable?

AR: La historia detrás de este libro es la de alguien que ha experimentado un conflicto en su vida, una grave enfermedad que le ha tenido a las puertas de la muerte. Entonces va a tener por delante muchos meses de inactividad, de baja laboral. Ese reposo al que se ve abocado le proporciona la distancia contemplativa favorable a la escritura de un diario, y efectivamente decide empezar a escribir un diario, un dietario, una bitácora personal, un cuaderno de notas. Se levanta a las cinco de la mañana todos los días y se pone a escribir estos textos en prosa. Por eso son textos a veces cargados de rabia, pero liberadores al mismo tiempo para el poeta. Digamos que este libro es como un desahogo, un respiradero por el que sale toda esa rabia contenida.

PeB: La idea del indomable aparece múltiples veces en las páginas del dietario. Esa idea coincide (creo yo) con lo que el crítico Nadal Suau llamó “los emboscados”. ¿Qué es un indomable? ¿Tiene lugar en nuestra sociedad actual?

AR: Para mí es alguien que vive la poesía muy intensamente, muy al límite, la experiencia extrema de la poesía, con un amplio compromiso vital y literario, alguien de quien se podría decir que es poeta las veinticuatro horas del día, y que se halla casi siempre en un intangible estado de pasión, de entrega y de fervor. Porque al sujeto protagonista que nos habla aquí, al poeta indomable, apasionado y desmesurado, nada le importa más que la literatura, que la poesía. Eso puede que sea una forma de enboscamiento o emboscadura, sí.

“Los poetas debemos seguir ahí, insistir, intentar crear belleza cada día, porque nuestro mundo está cada vez más podrido, y alguien tiene que hacer algo.”

PeB: En las páginas del libro, se advierte un espíritu fiero, joven y rebelde que cree ciegamente en el Arte como redención, camino y fin.

AR: Claro, de hecho en el texto inicial que precede al grueso del libro, que va justo después del prólogo de Miguel Sánchez-Ostiz, un texto que es reciente y que titulo Pliego de descargos, ahí entono una especie de mea culpa, pido disculpas en general a quien se pueda sentir ofendido (u ofendida) por lo que se dice en este libro, escudándome en la juventud de aquellos años y todo lo que esa juventud que se acababa en mí por entonces (pues tenía ya cuarenta años) conllevaba de ardor, de arrogancia, de generosidad también, de vehemencia o de intensidad, y de pasión, sobre todo pasión desmedida como poeta. Algo que ha estado latente siempre en mi sangre y en mis sentidos: la desmesura.

PeB: En el fondo, creo que tiene una idea muy romántica -en el sentido decimonónico- de la Poesía y del poeta. ¿Es todavía posible hacer poesía en esta sociedad? ¿Y vivir de ello?

AR: Lo de vivir de la poesía es absolutamente imposible. Una quimera, una utopía. Pero es que, además, cada vez se está poniendo más difícil enfrentarse a la creación poética en sí, dado el arrinconamiento editorial que sufrimos los poetas. Las editoriales están obsesionadas con las ventas y los libreros saben bien que la poesía no se vende. Decía Francisco Brines que el poeta no tiene público, que solo tiene lectores, un grupo cada vez más reducido de lectores, que a la vez suelen ser poetas asimismo, o sea, la competencia. Pero los poetas debemos seguir ahí, insistir, intentar crear belleza cada día, porque nuestro mundo está cada vez más podrido, y alguien tiene que hacer algo.

Portada de ‘Días del indomable’.

PeB: Su diario está trufado de referencias a otros poetas, escritores, músicos, a veces velados detrás de unas enigmáticas siglas. ¿Por qué no los cita a cara descubierta?

AR: Sí, esto es algo que todo el mundo comenta. No aparecen apenas nombres completos propios de personas, sino que en su lugar aparecen las iniciales de esos nombres propios, los acrónimos. Y no por nada, no se dice nada malo de nadie en concreto. Sí aparecen en cambio enteramente los títulos de sus obras, de sus libros, cuando los tienen, claro, o de sus canciones o piezas musicales. Entonces es fácil reconocerlos con ayuda de internet. Porque lo que se propone aquí es un juego literario al lector. Se busca así un lector con inquietudes, no un lector pasivo, perezoso, sino un lector inquieto, curioso, con voluntad propia, que es lo que siempre he tratado de buscar en todos mis libros. Quiere además ofrecer un matiz de misterio, de intriga, algo que a mí, como lector, me ha gustado mucho en diversos diarios que he leído de escritores y poetas, ese intríngulis de quién será esa persona de la que se habla ahí, detrás de esas iniciales, y no poder parar de indagar hasta descubrirlo. Un reto. Pero el motivo fundamental está en la idea de que estoy convencido de que al final, con el paso del tiempo, con la dura prueba del paso del tiempo sobre las obras como dice Antonio Colinas, lo único importante es o será la obra en sí, saber el título de esa obra para poder buscarla si nos interesa, para poder adquirirlo ese libro, porque los nombres de las personas caerán todos en el olvido, todos caeremos más tarde o más temprano –algunos antes que otros‒ en el olvido.

PeB: Su libro deja ver una clara influencia del magisterio que han podido ejercer sobre usted José María Álvarez o Antonio Colinas.

AR: Sí, en todo el libro está por encima de todo el homenaje a la obra de aquellos a los que siempre he considerado mis maestros, mis poetas de cabecera (en eso no he cambiado ni cambiaré ya), autores de esos libros que más he disfrutado. Esto es a lo que Sánchez-Ostiz se refiere fundamentalmente cuando habla, en su prólogo, de “devocionario en marcha” o “devocionario laico y literario”. Como lector, un método muy elemental es, cuando un poeta te fascina, ir leyendo todo lo que escribe, los autores que cita, a su vez sus maestros. Vas tirando del hilo. Porque ahora mismo, parece estar de moda querer ser escritor y a la vez no tener nada que decir y, por supuesto, no reconocer maestros.

PeB: ¿Ser de provincias es un obstáculo para ser reconocido en este mundillo?

AR: Hombre, no ayuda. Y tener un apellido muy común tampoco. Pero no vale como excusa. Al final el tiempo irá poniendo a cada uno en su sitio. Es implacable.

PeB: ¿Cuánto hay de personaje en lo que escribe el indomable de su libro?

AR: Pues no sé qué decirte, porque aquí no hay nada fabulado, ni inventado, no hay ensoñaciones ni fantasías ni divagaciones. Todo es real. Todo lo que se cuenta en el libro es absolutamente real, de principio a fin, es decir, son hechos y circunstancias vividos por este poeta, experimentados por mí. De hecho, si algo he querido que caracterizase a este libro ha sido la espontaneidad, la naturalidad, la fluidez. Este poeta cuenta su verdad. Aquí no hay ficción, ni autoficción (eso que tanto se lleva ahora de la autoficción). El sujeto protagonista que nos habla en el libro se expresa en voz alta y sin rodeos, a veces utilizando un lenguaje cáustico, corrosivo, otras veces haciendo constar experiencias y observaciones íntimas que otros prefieren omitir en sus diarios para no tener luego problemas.

PeB: Su canon poético parece muy clásico. ¿Está leyendo poesía joven de, digamos, autores nacidos con posterioridad a 1980 o 90?

AR: Cada vez leo menos poesía. Con los años me he convertido en un poeta que lee prosa. Ensayos fundamentalmente, o prosa memorialística, biográfica o autobiográfica, diarios, libros de correspondencia, de viajes, de conversaciones, es decir, literatura de no ficción. La poca poesía que leo ya suele ser casi siempre relecturas de obras de mis maestros.

PeB: José María Álvarez decía en uno de sus libros -creo que usted también lo cita en el suyo- que bastaría que cada año se publicasen una docena de libros en todo el mundo. En cambio, en 2023, sólo en España, se han editado cerca de 92.000. ¿Qué le parece?

AR: Pues, con todos mis respetos (porque todo el mundo tiene derecho a escribir y publicar lo que quiera), me parece una auténtica “diarrea” literaria.

PEB: Finalmente, un breve cuestionario literario:

·Un libro de poesía imprescindible.

Hay varios. Museo de cera, de José María Álvarez. Sepulcro en Tarquinia, de Antonio Colinas. Europa, de Julio Martínez Mesanza. O La miel salvaje, de Miguel Ángel Velasco.

·Un libro que haya leído últimamente.

Radiaciones, de Jünger. Muy grande.

·Un libro para llevarse de viaje este verano.

En verano lecturas ligeras. Yo me llevo este año, entre otros, Días simétricos, de Bob Pop. Ya veremos qué tal, a la vuelta le cuento.

·Un libro que leyó por compromiso y sorprendentemente le gustó, o que pensaba que no le gustaría y sí lo hizo.

Los hombres intermitentes, de Francisco Javier Irazoki. Me costó mucho entrar en su mundo. Pero ahora no quiero salir.

PeB: Muchas gracias, Alfredo, por esta entrevista.


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algo misterioso que misteriosamente nace de determinados seres”
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