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‘La condesa sangrienta’, de Alejandra Pizarnik

Diseccionamos este clásico sobre Erzébet Báthory en el aniversario de la escritora

La condesa sangrienta

En 1971 la escritora argentina Alejandra Pizarnik (1936–1972) publicó este texto sobre Erzébet Báthory, conocida como La condesa sangrienta por los crímenes atroces que se le atribuyen. Pizarnik fue una de las figuras clave de la literatura latinoamericana del siglo XX, amiga de Octavio Paz y de Julio Cortázar. Si bien cultivó sobre todo el género lírico, durante sus últimos años se adentró en la prosa y escribió más de 30 artículos y reseñas. Es precisamente este texto, que comenzó siendo una reseña para una revista literaria y terminó trascendiendo sus límites, el que se considera capital dentro de su obra en prosa; ella misma lo defendió del siguiente modo: ¿Cuál es mi estilo? Creo que el del artículo de la condesa. Insisto, una y otra vez, en la fascinación por el tema de mi nota. Nunca después volvió a sucederme algo parecido.

Pizarnik se basó en el texto escrito por Valentine Penrose (‘La Comtesse Sanglante’, 1957), que define como una suerte de vasto y hermoso poema en prosa. Lo cierto es que la argentina, que tanto admiró la erudición y la poesía de Penrose, trasladó a su particular lenguaje literario lo que más le fascinó de la historia y de la narración de aquélla: la “belleza convulsa del personaje” de Erzébet. Así, es este aspecto el que adquiere el primer plano en sus páginas, y no el detalle de las atrocidades cometidas.

Erzébet Báthory (1560–1614) fue una aristócrata húngara, miembro de unas de las familias más poderosas, antiguas y adineradas de Transilvania. A los once años fue prometida al conde Ferenc Nádasdy (conocido como el Caballero Negro de Hungría por su ferocidad en la batalla), con quien se casó dos años después. La buena educación y la cultura de Erzébet sobrepasaban a la de buena parte de los hombres nobles de entonces; a todas luces, parecía ser una mujer excepcional. En 1604 Nádasdy murió por una súbita enfermedad y, a sus 44 años, la condesa se convirtió en una viuda y poderosa señora feudal. Fue a partir de entonces cuando pasó a ocupar el centro de todas las intrigas políticas, pero sin la protección de un ejército.

Pizarnik supo describir la náusea con belleza, la atrocidad con poesía

Poco después, comenzaron a oírse extraños rumores sobre rituales de brujería perpetrados por la condesa, obsesionada por preservar la juventud mediante el uso de la sangre. Un pastor protestante local dio la voz de alarma y desencadenó la investigación por parte del conde Thurzó, primo de Erzébet y enemistado con ella. Al llegar al castillo de ?achtice encontró numerosos cadáveres diseminados por todo el recinto y muchachas agonizantes que habían sufrido horrendas torturas. El diario de Erzébet registraba más de 600 jóvenes asesinadas. La condesa fue encerrada en sus aposentos, pues no podía procesarse a un noble, y allí terminó el resto de sus días. Se la encontró muerta en 1614.

En realidad, no se sabe a ciencia cierta si la leyenda es veraz o si, sencillamente, fue producto de las inquinas políticas del momento, que perseguían el poder adquirido por Erzébet.

La condesa sangrienta

La narración de Pizarnik se compone de once fragmentos en los que se relatan, de forma breve pero intensa, los momentos clave del libro de Penrose. No estamos ante un género claramente diferenciado, sino más bien ante una sutil fusión entre el ensayo, la novela y la poesía. Las páginas de ‘La Condesa’ nos ofrecen descripciones fragmentarias de lo que supuestamente aconteció entre las paredes de su castillo, lo cierto es que tan sólo su enumeración es suficiente para sembrar el terror. Lo más llamativo es que entre tanta perversión y locura surge la fascinación por el personaje de Erzébet, esa fascinación que llevó a Penrose a viajar a los Cárpatos en búsqueda de material y a Pizarnik a leer con fervor lo escrito por ésta. La argentina escribió su narración con la mirada del lector embelesado por un tema, absorbido por la leyenda que se convirtió en historia. Pizarnik supo describir la náusea con belleza, la atrocidad con poesía.

La condesa sangrienta

La condesa sangrienta apareció primero en la revista ‘Diálogos’ y en ‘Testigo’; en 1971 fue publicado como libro por la editorial Aquarius. Con motivo del 50.º aniversario de Alejandra Pizarnik, Libros del Zorro Rojo publica una nueva edición en tapa dura con lomo de tela, que va acompañada de un epílogo de la escritora y poeta María Negroni. El infierno de Erzébet Báthory adquiere forma con las impactantes ilustraciones de Santiago Caruso, quien ya ha ilustrado varios libros para la misma editorial (El horror de Dunwich, Invocaciones, El monje y la hija del verdugo…) Con negros y rojos (oscuridad y sangre), las palabras de Pizarnik (tan atroces, tan hermosas) se leen y ahora también se (ad)miran. Es imposible disfrutar con el fondo, real o imaginario, de la historia que se cuenta, pero es tremendamente fácil deleitarse con la prosa, con la imagen, con la delicadeza de este libro.

Sentada en su trono, la condesa mira torturar y oye gritar. Sus viejas y horribles sirvientas son figuras silenciosas que traen fuego, cuchillos, agujas, atizadores; que torturan muchachas, que luego entierran. Como el atizador o los cuchillos, esas viejas son instrumentos de una posesión. Esta sombría ceremonia tiene una sola espectadora silenciosa.

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‘La condesa sangrienta’, de Alejandra Pizarnik was originally published in Papel en Blanco on Medium, where people are continuing the conversation by highlighting and responding to this story.

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